Hoy ha sido un día horrible… Me siento tan estúpida, tan
idiota e ingenua. He dejado que me hicieran algo horrible, y aún por encima, lo
han tenido que pagar mis pokémons.
Y pensar que el día empezó tan bien… Después de desayunar me
fui con mis pokémons a explorar nuevos rincones de la ciudad. Encontré la
cafetería en un callejón apartado del ajetreo de la ciudad, pero no entré. Me
pateé las calles enteras, visitando edificios y rincones.
Encontré a Cheren a la tarde cerca del puerto. Me acerqué,
le saludé y estuvimos hablando un buen rato. Resulta que es un chico de lo más
formal, aunque parecía un poco nervioso hablando conmigo. Me cae muy bien.
Hablando con él descubrí que Camus es un conocido artista de
Ciudad Porcelana, y además es el Líder de Gimnasio de tipo bicho. Me sorprendí
bastante. Cheren me dio instrucciones de cómo llegar al Gimnasio y cómo moverme
por la ciudad, algo que agradecí.
Tras un rato de charla nos despedimos, y yo me quedé
paseando por el embarcadero un rato. Estaba totalmente desierto, soplaba una
brisa helada que no invitaba a quedarse mucho tiempo allí. Además, había un
barco negro que me daba mala espina.
En un momento vi a lo
lejos a Camus caminando con una chica de pelo espeso y morado. Quise correr a
saludarle cuando oí una voz a mi espalda que me llamaba. “Es ella”, escuché.
Luego sentí un golpe fortísimo en la nuca que me dejó sin sentido.
Para cuando desperté estaba tumbada en una camilla del
Centro Pokémon. La cabeza me dolía a horrores. Me fijé que la tenía vendada y
un buen moratón en la nuca. Me despejé lentamente hasta que vi a Camus sentado
en una silla cercana. Su gesto serio me puso en sobrealerta.
-Camus, ¿qué…?
Una sutil desviación de su mirada me hizo fijarme en la mesa
cercana. Sobre ella estaban mi mochila y mis pokéballs. Y un mal presentimiento
me escalofrió. Salté de la camilla y salí disparada a cogerlas. Intenté abrirlas… pero estaban completamente
vacías. Miré a Camus con espanto, y él no fue capaz de devolverme la mirada.
Sin embargo, me explicó todo lo que sabía.
-Ese chico, Cheren, te encontró inconsciente tirada en el
puerto con todas tus cosas esparcidas por el suelo, y tus pokéballs abiertas de
par en par y totalmente vacías. Te trajo aquí y me llamó de inmediato. La
policía se está encargando del caso ahora mismo, pero el tuyo no parece ser el
único. Se están dando situaciones así por toda la región…
-Plasma…-musité.
Camus pareció sorprenderse. Yo no pude evitar que mis ojos
se envidriasen, pero mi mente se aclaraba por segundos.
-¡Ha sido ese maldito Equipo Plasma! ¡Ellos se han llevado a
mis pokémon! Con esa absurda teoría de la liberación de los pokémons… ¡Tengo
que detenerlos!
-Detente. En tu estado y sin pokémons no puedes hace nada-me
paró Camus-. Solo te pondrías en peligro. Y estorbarías. Quédate en el Centro
Pokémon y deja que yo y la policía nos encarguemos de esto.
No negué nada porque sabía que tenía razón. No retuve las
lágrimas, lágrimas de frustración e ira.
No puedo hacer absolutamente nada, encerrada dentro del
Centro Pokémon sin poder salir. La policía, Cheren, Camus y el resto de
entrenadores están revisando la ciudad de arriba abajo. La enfermera Joy y un
par de entrenadores que, por la simple fuerza que emiten, intuyo que trabajan en
el gimnasio me tienen vigilada las 24 horas del día por si se me ocurre
intentar hacer de las mías. Intentar hacer algo por mi cuenta es inútil, y sé
que te enfadarías un montón conmigo si hago alguna tontería peligrosa. Me
siento tan inútil e idiota. Snivy llevaba razón, son una entrenadora estúpida,
ingenua, confiada y egocéntrica. No merezco el título de entrenadora pokémon.
Debería renunciar…
Creo que me voy a ir a la cama, aunque seguramente no podré
dormir. Pero es lo único que puedo hacer ahora mismo. Te escribiré pronto, en
cuanto tenga buenas o malas noticias. Quizá vuelva a casa…
Hasta pronto, mamá...
Índice
Capítulo anterior: Cartas de Teselia (capítulo 9)
Próximo capítulo: Cartas de Teselia (capítulo 11) el 21-01-13
No hay comentarios:
Publicar un comentario